El estudio publicado se realizó en un grupo de 40 niños de 3 a 16 años (20 pacientes autistas y 20 sujetos sanos), cuyas muestras fecales se analizaron por medio de una «pirosecuenciación», un método muy fino de investigación. El análisis ha permitido detectar una disminución de la riqueza y la diversidad de las bacterias intestinales en los niños autistas. También se ha observado una reducción significativa de la presencia de tres bacterias importantes, Prevotella, Coprococcus y Veillonellaceae, bacterias implicadas en la degradación de los glúcidos.
Estos resultados abren la puerta a nuevas herramientas de diagnóstico para identificar el autismo y suscitan esperanza sobre el posible interés de un aporte de probióticos en el tratamiento del autismo.
Por otra parte, es una pista que acaba de explorar otro equipo americano en un estudio abierto con 33 niños autistas. Se ha observado una mejoría de los síntomas gastrointestinales y una disminución de la gravedad del autismo después de 21 días de complementación probiótica.
Los resultados de estos dos estudios requieren todavía una confirmación mediante otras investigaciones, que permitan apoyar la hipótesis bacteriana.