Los 1000 días corresponden a los 9 meses de embarazo, más los dos primeros años de vida del niño. Se trata de un periodo de sensibilidad crucial para la salud de la mujer embarazada y la salud futura del niño. Por consiguiente, es una etapa de prevención esencial. Desde el deseo de embarazo, durante el periodo perinatal y la lactancia, existen factores que tienen un impacto en la salud de la madre y del lactante.
Los micronutrientes clave, como los omega-3 DHA, las vitaminas del grupo B o el yodo, el magnesio y el hierro, influyen en el correcto desarrollo del feto y el recién nacido, pero también en la salud física y mental de la madre. Si las deficiencias son difíciles de corregir con la alimentación, pueden recomendarse complementos alimenticios desde que la mujer desea quedarse embarazada.
El equilibrio de las microbiotas de la madre y el niño
Al llegar al mundo, empieza a formarse el ecosistema intestinal del bebé, cuyo establecimiento depende de diferentes factores, como el tipo de parto, la alimentación, el entorno en el que evoluciona o la toma de antibióticos.
El tipo de parto
La microbiota de un niño nacido por vía vaginal está compuesto mayoritariamente por bifidobacterias y lactobacilos, mientras que la microbiota de un niño nacido por cesárea es pobre en bifidobacterias. Esta diferencia puede influir en la salud futura del niño.
La alimentación
La lactancia materna también permite el establecimiento de la microbiota del niño.
La leche materna está compuesta de prebióticos específicos, llamados HMO, que favorecen el crecimiento de las bifidobacterias. Entre estos HMO, se encuentran el 2’-FL, que aportan numerosos beneficios a la microbiota y el desarrollo del sistema inmunitario. Los estudios demuestran que una complementación con 2’-FL en los lactantes no amamantados disminuye el número de episodios de infecciones respiratorias.
Existen soluciones para ayudar durante estos 1000 días esenciales. Pida consejo a un profesional de la salud.