Bajo el efecto de la descamación natural, que permite la renovación de la epidermis, así como de las prácticas de higiene corporal, la microbiota cutánea debe renovarse continuamente8. Los factores medioambientales desempeñan un papel importante en la eficacia de esta renovación.
El lavado frecuente puede agredir la capa hidrolipídica y deteriorar la adhesión de la microbiota cutánea. De la misma manera, la utilización de jabones con un pH demasiado elevado (superior a 7) deteriora la microbiota existente o favorece a ciertas bacterias dañinas. Por ejemplo, la bacteria Staphylococcus aureus, implicada en la dermatitis atópica, se desarrolla a un pH superior a 79.
La utilización de cremas, lociones, limpiadores, desodorantes, antibióticos o antitranspirantes puede tener un impacto importante sobre la composición de las comunidades microbianas cutáneas, en especial la utilización excesiva o prolongada de jabones antibacterianos. Se habla de disbiosis cuando existe un desequilibrio de la microbiota.
La biodiversidad medioambiental también desempeña un papel; vivir en el campo o vivir en la ciudad no tendrá la misma incidencia sobre la diversidad de la microbiota cutánea, ya que es mucho más diversificada en las personas que viven en el campo. Cuanto más importante sea la exposición a microorganismos variados, más eficaz será la inmunidad cutánea y menos riesgo de alergias existirá. Esta exposición se produce en el momento del parto. Los niños están más expuestos a las alergias, al asma y a la dermatitis atópica cuando nacen por cesárea.
El avance de la edad también produce variaciones hormonales, que tienen repercusiones sobre la composición de la microbiota.
Por ello, entre las pistas para cuidar la microbiota cutánea y prevenir las enfermedades dermatológicas o globales, se encuentran:
- Utilizar productos de cuidado adaptados al pH de la piel (situado alrededor de 5,5).
- Utilizar los productos antisépticos con prudencia y de manera muy puntual.
- No lavarse con demasiada frecuencia (no más de una vez al día), para no agredir la piel.
- Hidratarse con productos adecuados (la aplicación de emolientes favorece la diversidad de la microbiota cutánea).
- Secarse bien las zonas de pliegues que puedan retener la humedad.
- Consultar en caso de picor, enrojecimiento o sequedad persistentes.